martes, 10 de diciembre de 2013

Surrealidad compartida

Hace trece años desde que conocí el concepto de maldad y me decidí a construir mi propio refugio imaginario lleno de espejos y reflejos, donde no ponerme a salvo yo, sino mis sueños.

Hace siete años, el refugio que enjaulaba los sueños se convirtió en mi mundo, en mi segunda realidad. Fui ampliando y construyendo todo a oscuras, todo en alturas, todo en brumas. Castillos escarpados en el cielo, jaulas ardientes, jardines y estanques llenos de paz y ensueño. Era un espacio lóbrego en el que sucumbir al profundo sueño, huir de las palabras hirientes y derramar lágrimas de negro. A veces hacía roturas en las costuras por ver las nubes  reales y dejar entrar la luz del sol y el aire. Con tanta extensión y tantos recovecos uno se podía perder en la magnitud de la inmensidad espectral. Bosques, criaturas hirientes... todo un agujero de dolor absorbente.

Las puertas a ese mundo tenían llave, me obligaron a trancar las entradas, a poner cerrojo a esa tranquila surrealidad. Tenía miedo en la cruda realidad, pero me di cuenta de que no todo era malo. Conocí a seres de luz que estaban perdidos o en el mal camino, seres que me sostuvieron entre sus brazos y besaron mis heridas.

Les susurré la clave para entrar dentro de mi realidad mental. Volví a mi pequeño refugio a través de laberintos, grutas y madrigueras con erotismo y gemidos, maullidos de acidez. Emborraché con ginebra cada estanque profundo para que desprendieran vapor cada vez que sus aguas besaran nuestras pieles. Y cuando esto se hizo monótono y aburrido, discutimos en el frío real. Y se convirtieron todos esos seres luminosos en cuervos, ángeles exterminadores llenos de sufrimiento que destruyeron cada pedazo de mi submundo.

Los sueños tenían plumas rojas, se las arrancaron, los desnudaron y acribillados con balas, los ahuecaron. Ni con celo pude arreglarlos. Todo patas arriba y yo boca abajo.

Me arrastraron de mis ruinas y misterios hacia la calle cruda, y ahora que estoy tirada en el frío cemento, veo como mi sangre rueda por el suelo...