sábado, 11 de mayo de 2013

Sueño extraño de una noche de verano

La guerra civil había estallado, no entre tú y yo, sino entre los conservadores y los republicanos. Los dos estabámos en el mismo bando. Tú eras un francotirador, yo una simple enfermera. No recuerdo bien que ocurrió, sólo recuerdo que me notificaron de que estabas herido de gravedad, yo no podía curarte. Y te perdía, de nuevo. Desperté, alegrándome de que eso no fuera cierto, pero con la certeza de sentirme al borde de 1936. Pero no te tengo, y esa herida es de gravedad, no acaba de cerrar. ¿No te das cuenta? ¿Por qué te estás cegando? Tengo que salir ahí fuera y descubrir el remedio que pueda salvarte. A todos nos hieren de gravedad alguna vez, no siempre con balas. A veces basta con un gesto o unas palabras. Yo no puedo continuar con ese vacío que hay en mi cama. No puedo cogerte en brazos y tumbarte en un camastro, ni darte un beso en esos labios finos y despellejados. No, no puedo. Hoy no puedo.