domingo, 2 de agosto de 2015

Negra flama

El polvo alza el vuelo con la fría brisa vespertina, como si fuese una bocanada de hielo que me saluda cuando paso. El polvo se mueve a escondidas, deseando ser la ceniza incendiaria de un cuerpo latente. El polvo desea ser pólvora intrínseca, detonando a toda prisa la ciudad de hueso que se extiende ante mis pies.

Y camino por las calles llenas de niebla, de copos de nieve que no se arraigan a la tierra. Camino entre fantasmas escrutadores que visten con pieles muertas y poseen una mente irreflexiva, son los reflejos del fracaso evolutivo, son las teorías darwinistas atravesadas por un balazo. A mi caminar tranquilo lo señalan y susurran entre ellos, siendo máquinas llenas de ponzoña, víboras sin vida propia llenas de veneno.

Hoy no me importa. He tomado suficientes pastillas con alcohol para desayunar y no me asustan. Soy otro fantasma miserable que pulula solitariamente, haciendo caso omiso de sus burlas. Hoy soy la muerte que deambula con unas viejas zapatillas, contoneándose sensualmente al realizar su danza matutina. Hoy llevo puesta la media sonrisa llena de espanto, mientras busco la próxima víctima. Hoy he salido de la tumba buscando celebrar la descarga eléctrica con la extensión de mi alma, reconociendo que este abismo oscuro no me mata.

Voy a desatar la crueldad mediática en ciernes sobre mi carne pálida, voy a encender una cerilla y quemarme en mi propia hoguera. Seré el reo de muerte gritando de placer antes de morir. Que arda este circo del horror hasta que no quede ni una ánima, que al atardecer seré polvo flotante, polvo liberado, un cadáver ausente, un objeto inanimado.

Son los nervios asfixiándose los que atraviesan el nudo de mi garganta como si fuesen flechas negras. Las plumas de cuervo brotan por mi cuerpo, la esencia de mi carne se subleva. No va a seguir el orden establecido: mis pasos darán hoy el salto al abismo.
La negra flama ha entrado en ebullición en mi pecho. Estoy en lo alto de la torre contemplando el suelo. Hoy la lluvia será carmesí para poder desquitarme el frenesí que se retuerce en busca de alimento. Desde la ventana y por el techo, hoy santificaré mi podrido talento en busca de una paz que me quite el anhelo.

Hoy la negra flama me arranca mi deprimente vida y la engulle como sustento, creando altas llamas que aviven el fuego, trepando por mis cenizas para poder llegar al cielo.