Señalo los octubres rojos en las paredes,
cuando de agua y nieve se llenan mis ojos y hasta tu consuelo duele.
Cada beso mío para ti, otro despojo;
ya me voy desangrando con mi corazón roto.
Las balas ya no son de oro,
Cupido mal francotirador,
a hierro me has enterrado en lodo.
Anclada a tu todo,
no vivo ni respiro,
ellos han decidido
ponerte en su trono;
dijiste que los guiarías
por el buen camino.
Pero a mí, quemas mis fotos
y me repudias por conveniencia,
me has destinado a tus calabozos.