jueves, 18 de julio de 2013

Decadencia: Infierno de reflexión

Mis huesos golpean fuertemente el fondo, haciendo un ruido semejante al de unos zapatos haciendo claqué. Creía que ese abismo sería como el agua del ártico, pero arde, son confluencias de agua negra que podrían pasar por lava volcánica. Veo a tu Excalibur como un punto lejano de luz en la superficie, a miles de kilómetros de distancia, pero no me parece lo suficientemente lejos. El agua sale a cañón, como si fuese la cascada que hay en el valle de la muerte, haciendo daño, queriendo purificar mi piel.

Las paredes cavernosas se estrechan cada vez que pienso en tu nombre, como un circulo menguante. Segundo a segundo, minuto a minuto, el cuerpo se me resiente más. No es fácil decisión descender hasta el infierno para huir de ti; espero que seas tan cobarde como para no adentrarte en estos dominios. Pero claro...

Tú eras quien bebía la botella de vodka nada más entrar por la puerta. Me arrancabas las ropas, poco te importaba si eran de encaje o de seda; no tenías esa delicadeza que en su día te hizo especial.

Clavo los dientes con fuerza hasta que del sabor de la sangre la boca se llena. El dolor y la rabia rezuma por las venas; soy la hija del fuego y la roca, soy el acero que ha de quebrar en tu boca. Mis pensamientos rebotan, son inestables y ruidosos como el vaho desprendido en pétalos de rosa, van de lado a lado, hasta que uno nítido se queda flotando: habrá que descubrir la brújula escondida en el pecho, cambiar el rumbo, acampar donde me dirija el viento, sin mapa alguno. Explorar nuevos horizontes.

Y a gatas avanzo, por el estrecho hueco que ha dejado tu nombre, a oscuras, sin luces. Voy hacia delante a ciegas, confiando en un lugar escarpado y volcánico -mejor confiar en esta tierra yerma que en tus besos-. Salen al paso millones de espectros a devorar mi alma y mis esperanzas, pero no les temo, no pueden hacerme nada, ya se me ha endurecido el corazón con tantas lágrimas por ti provocadas.

Y salgo a la superficie, con mis rizos rojizos a flote, con la vista clavada en mil sitios, con el miedo circulando por mi pecho. Pero todo está oscuro, no hay luz alguna -no hay estrellas, no hay luna-. Doy bocanadas al frío helador como si fuesen los besos más apasionados de una vida entera. Ese infierno imaginario del que he huido ha subido la temperatura de mi cuerpo, sé qué resisto. Debo bucear con prisa, antes de que tu Excalibur pronuncie mi nombre.

Bajo el agua, las burbujas plateadas que escapan de mi boca se tornan aire disuelto, son las últimas.

Percibo el movimiento reptante y metálico bajo el agua, has encontrado el olor de mi piel. Tus lazos se mueven a velocidades astronómicas, buscan mi carne para hacerme tu prisionera.

Inmóvil eternamente, las cadenas ya están puestas en mi cuello.