jueves, 9 de mayo de 2013

El Espejo Reflector

Me acerco al espejo negro lacado. Toco la superficie del cristal, y ante mis ojos aparece una chica de ojos azules. Sonrío y ella hace lo mismo. Cuánto ha cambiado, aunque apenas se nota. Vuelvo a observarla. En su rostro destaca la potente mirada azul y evaluadora y sus labios rojos -aunque despellejados- y carnosos. La nariz sigue siendo igual de chatina que siempre. En su cara hay algún que otro lunar. Aparto la mirada, pues estoy a punto de echarme a llorar. Ella hace lo propio. De hecho, se esconde tras la cortina de su pelo castaño y rubio, ondulado, no quiere que nadie vea sus lágrimas, y yo tampoco quiero verlas. Vuelve su rostro al espejo, algo temerosa de que yo note algún cambio en sus ojos. Hace tiempo que noté ese cambio. Aunque sus ojos sigan hinchados de tanto llorar, veo algo de luz en su mirada, lo que me demuestra su cambio. Toco el cristal y acaricio su mano con la punta de los dedos. Esa chica antes era huidiza, cobarde, impulsiva, egoísta, odiosa, y saltaba a la mínima de cambios. En su hogar las cosas no iban muy bien. Se desahogaba en la vida de los demás, juzgando sus errores sin mirar apenas los suyos. Tras el ‘crack’ o ‘big bang’ sufrido hace unos meses, comprendió cuál era lo que estaba haciendo mal. Perdió a quién más quería. Fue su culpa y su egoísmo, el odio acumulado y pagarla con quien no debía. Se arrepentía. Se dijo a sí misma que no iba a ser de nuevo esa novia cadáver que no sabía estar en una relación, que no daría más de lo que la dieran, que vigilaría su vida al milímetro para no cagarla más. Se dijo que cambiaría, que sería mejor persona. Cambió. Esa chica ahora es sincera con todos, se preocupa por los demás antes de ocuparse de sus depresiones. Ayuda en lo que puede. No juzga a nadie. No quiere tener más broncas con nadie. Sabe que no está curada del todo. Piensa antes de hablar. Sigue siendo asustadiza, pero es más fuerte, más valiente. Está soportando una carga que prácticamente la hunde: sentimientos de culpabilidad por no poder arreglar ciertos errores. Sabe que la cura completa, que su tratamiento es una segunda oportunidad de hacer las cosas bien y cuidar de alguien, aunque ese tratamiento es demasiado caro para ella. Me pasé por el espejo negro lacado, por el espejo reflector, a hacerla una visita para contarme que tal le iba. Vi en su mirada de nuevo ese brillo, esa luz. Me di cuenta de lo que planeaba. Esa mirada hablaba de seguir luchando y seguir resistiendo por lo que amaba. De seguir mejorando. De perdonar todo mal e intentar aliviar el mal de los demás. De seguir buscando segundas oportunidades. De volver a encontrar el camino a sus sueños. De ser la enfermera con más experiencia a la hora de poner parches azucarados llenos de sol en los corazones de los demás. Todo eso me dijo su mirada gris. Ambas sonreímos con complicidad. No hizo falta cruzar palabra alguna. Sabíamos que ya era hora de marchar, no había nada más que decir. Su reflejo desapareció al tiempo que yo me apartaba de mi espejo reflector. Yo misma encontré la respuesta a mis preguntas en su mirada. En mi mirada.